domingo, 17 de enero de 2016

Para encontrar a Dios

Para Encontrar A Dios

Papá:
¿Cuál es mi error? ¿Cuál es el error que he cometido y que me tiene viviendo tu desprecio o indiferencia?

Crecí cerca de ti, pero no a tu lado. Y eso lo supe siempre. Porque eres la persona más difícil con la que cualquiera pueda intentar comunicarse. Incluso a eso respondes que no es cierto.

Vives en tu mundo, lleno de fantasías, información equivocada y con la perspectiva de que tu conocimiento supera el de cualquier especialista. Esas son características que no permiten comunicarse contigo. ¿Cómo sería posible acercarse y contarte algo si crees que todos tenemos una pobre comprensión de las cosas?

Crecí cerca de alguien con quien es muy difícil comunicarse, por eso me casé con alguien con esa misma característica, como parte de las cosas que heredé sin que hubiera querido heredarlas. ¿Entonces por qué la carta? ¿Por qué no sentarme frente a ti y enfrentarte?

Porque hoy reaprendí algo: no necesito eso. ¿Y por qué no lo necesito? Simplemente porque no cabe en ti la posibilidad de callar, escuchar y comprender. Esas cualidades sí están muy lejos de tu capacidades. No es broma ni lo digo a la ligera.

Y digo reaprendí, porque alguien con el único interés de ofrecerme el camino para encontrar a Dios ya me lo había dicho hace muchos años.

Verás, en los últimos meses mi estrés ha empeorado mis enfermedades (las cuales por cierto, siempre dijiste que eran inventadas o decías que yo era un hipocondriaco –sí, sé que tú lo decías, porque alguna ocasión me lo dijiste, años después cambiaste en tu mente que alguien más lo había dicho, “yo nunca lo he dicho”, repetías varias veces tratando de convencerte que no lo habías sentenciado-, pero es lo que piensas) y gran parte de mi coraje con la vida es que nunca nada ha sido como lo he planeado:
       No me dedico a lo que quiero y cada vez que intento acercarme a mis ideales, dejo que me boicoteen y mi fracaso sigue su rumbo.

Hace menos de un mes me declaré completamente decepcionado de Dios, he orado, he pedido, he cedido y sigo sin una respuesta positiva a lo que necesito. Sigo recibiendo señales extrañas que sólo me confunden más o no me ayudan a respirar tranquilo.

Pero, ¿qué fue lo que me enseñaron hace tiempo?

Resulta que los hijos, caminamos en la vida creciendo con la imagen paterna, se vuelve tan poderosa (asunto que hasta Freud determinó), que aunque creamos que no nos influye en nuestra personalidad (durante nuestra adolescencia), fluye dentro de nuestra sangre, nos hace crecer o nos mina la existencia. De aquí nace la frase “eventualmente el hijo se convierte en el padre y el padre en el hijo”, ya que en un entorno positivo, el hijo hereda el amor del padre y lo reproduce cuando se convierte en padre y compañero de su anciano padre.

En un entorno negativo, durante la adolescencia, el hijo reniega de lo que su padre le ofrece, desprecio, indiferencia, abandono o maltrato y aunque lucha contra eso porque lo sufre, no logra evitar que eso fluya en su vida y lo reproduce cuando le toca ser padre.

El asunto es que dan poderosa es ese flujo de actitudes, que se quedan tan profundamente en el subconsciente, que se traspasa a la relación con Dios.

Las religiones cristianas que verdaderamente han estudiado más, han determinado que son los papás los que fijan qué tipo de relación tendrán los hijos con Dios. Por eso la religión católica, prácticamente heredada y controlada por las mamás, está llena de imágenes femeninas (docenas de versiones de la misma madre de Jesús), de santos y rituales que no hacen otra cosa más que desviar la atención de Dios.

En aquellos días decía el pastor: “¿te tocó tener un padre que nunca te dijo que se sentía orgulloso de ti?, ¿te tocó tener un padre que siempre vivió preocupado por su propia vida sin asumir la responsabilidad de tener que guiar a un pequeño ser vivo que resultaba ser su hijo?, ¿te tocó un padre que nunca pudo expresar sus sentimientos de amor por ti? ¿Y da la casualidad que tienes una mala relación con Dios?, pues no es una casualidad. Si tu padre fue un papanatas que nunca te supo orientar, enseñar y dar cariño… ¡no estoy hablando de cosas materiales, porque esas eran sus obligaciones, estoy hablando de la herencia más valiosa: amor! ¡Si no tuviste esas cosas elementales, da por hecho que tu relación con Dios va a estar igual de dañada que la de tu padre de carne y hueso!”

“Pero aquí les tengo una noticia mis queridos: tu padre terrenal, tarde o temprano te va a fallar, porque es una persona y si nunca superó sus propios dolores o nunca asumió sus responsabilidades espirituales de guiarte, de encaminarte a lo que te va a dar todo, que es el camino del Padre Celestial, te va a costar mucho trabajo entender que Dios es un Padre que nunca, entiéndelo bien, ¡nunca te va a fallar!”

“Comienza a dejar atrás los dolores que tu padre terrenal te ha infringido, comienza a creer, a crecer… a confiar.”

Y en aquel año, lo entendí. Te juro que lo entendí. Y me sentía tan bien, tan tranquilo que fue cuando hasta me llevaba bien contigo, porque había logrado separar mi entendimiento de Dios.

Y te juro (me divierte la idea de que te rías de esto, porque está muy encima de lo que puedas dar), te juro que amo a Dios. Te juro que cuando he orado solamente para tranquilizarme, no pedir, la paz es tan grande, que me gustaría morir así, aprendiendo a no pedirle, aprendiendo a recibir lo que me ha dado y lo que no me ha dado.

Dios es fabuloso. Lo sé ahora.

¿Y por qué estaba enojado con él hace poco? Porque mis necesidades materiales han crecido y en el trabajo nada mejora, porque he intentado negocios que no funcionan, porque anhelaba tanto publicar un libro pero el formato en el que me lo publicaron no me dio muchas satisfacciones. Porque he buscado trabajo en lo que yo quiero hacer que es escribir y no hay oportunidades.

Porque cuando me separé de mi esposa, me sentía completamente seguro de que iba a salir adelante con el apoyo tuyo y sólo encontré el constante reclamo de “mi casa, mi casa”, hasta insinuaciones de cosas desaparecidas cuando yo debía enojarme porque encontré libros míos en tu casa (libros que yo compré y nunca te regalé y de nuevo los dejé ahí) y me di cuenta que todas las cosas que siempre procuraba regalarte con mi mejor esfuerzo, nacido de mi agradecimiento por enseñarme buena música y amor por el buen arte, eran cosas que dejabas botadas y arrinconadas… sí, tarde me di cuenta que lo que yo te daba siempre fue poca cosa. 

Incluso me dijiste que al vivir en tu casa (que no usabas), yo vivía con privilegios y comodidades que como me diste a entender, prácticamente no me las merecía (bueno, creía que a un hijo se le tiene que dar). Además, sumamos a un tío al que le estoy muy agradecido su apoyo y compañía, pero que me puso en la situación complicada de que todo… no quería usar la palabra, pero la verdad es que era un chismoso. En toda la extensión, porque no hacía más que contarte cosas e interpretar otras, sinceramente me quedé sorprendido de todo lo que te dijo de mí, y me siento muy defraudado por él. 

El día que le comenté que me amenazaste de que si no me divorciaba me tenía que salir de la casa, parecía que le había dado la noticia que tanto esperaba. Simplemente me dijo “no te tienes que ir, pero tampoco te voy a detener”. En todo este camino, he entendido porque tiene tan mala relación con sus hijos.

Y definitivamente todos se dieron cuenta de que no me querías en esa casa. ¿Ya la estás disfrutando?

Entonces, en ese punto, mi hija acababa de cumplir quince años, fiesta a la que no quisieron ir y lo cual a ella le dolió mucho, porque si bien, sí fue mi mamá (fíjate, fue ella la que me dijo que no les dijera a ustedes que sí fue, para que no te enojaras), NO fue con ella con quien mi hija creció. Fue con ustedes, por eso era más importante que fueran, pero a decir verdad, prefirieron su orgullo a ir (la situación de salud de mi hermana, sí era un tema delicado para que no fuera, pero ¿los demás?).

Y a tu amenaza, de obligarme a divorciarme, ¿eso le iba a regalar a mi hija de cumpleaños? ¿Por qué haces así las cosas? ¿Por mi bien? ¿O porque era la mejor manera de sacarme de tu casa llena de privilegios? Un día me preguntaste qué quería yo para que me ayudaras… te contesté “confía en mi”.

¿Es que de plano si no es ayuda económica no sabes dar otra cosa? ¿Un buen consejo? ¿Una palabra de aliento? ¿Una felicitación? ¿Una frase positiva? ¿Cómo acercarse a Dios?
La respuesta es… no. NO sabes dar otra cosa.

Y mi situación matrimonial no ha mejorado. Pero eso ya no te importa, ¿verdad?, y eso es bueno, porque voy a seguir intentándolo.

Y entonces, todo ese coraje, toda esa frustración me hizo renegar de Dios.
Me hizo exigirle, me hizo gritarle. Me hizo odiarlo. Me dolió su abandono, me lastimó su ausencia.  

Pero… ¿qué había dicho el pastor?
Ah, sí. Es cierto.
No estoy enojado con él. No estoy decepcionado de él.
Estoy decepcionado conmigo y estoy dolido por tu abandono.
Él… sólo me ama y no he sabido encontrar mi agradecimiento ni mi humildad.

Además, no sabes, ni te imaginas, desde afuera, cuánta gente me considera muy talentoso, alguien me publicó mi libro (quizá no como yo hubiera querido, pero él puso su dinero y mostró confianza en mí y no se arrepintió), si leyeras la carta que me mandaron el rector de la universidad después de evaluarme durante dos meses, de revisar mis proyectos y todos mis exámenes y que me expresan aparte de admiración, su confianza en que desarrollaré mi carrera superando los niveles que tienen establecidos –quizá a ti no te parece importante que esté logrando esto, quizá dirás que debí hacerlo hace años en lugar de ahora, pero eso si lo piensas, es por minimizarme como siempre-, puedo escribir una carta, un artículo, un ensayo, una novela, una historieta, una obra de teatro, dibujar, aprender a manejar un programa (el que sea) de computadora fácilmente, puedo componer una canción, producirla, grabarla, hacer entrevistas, ser locutor, subirme a un poste y arreglar la luz y solucionar cualquier problema técnico que se me ponga enfrente… nunca comprenderás lo satisfecho que me sentía de que los ingenieros me consideraban como el que siempre los sacaba de problemas, desde un formato en la computadora con fórmulas hasta solucionar una auditoria del gobierno. Soy un buen maestro, siempre pro-activo en el trabajo, a pesar de tener que trabajar para un imbécil que sólo ve el dinero como su objetivo presumiendo su catolicismo, he logrado que en la escuela se hagan cambios para el bien de los alumnos. Y ellos me aprecian y mis compañeros me valoran.

Eso y más son habilidades que me he forjado, de las que me debería sentir orgulloso y quitarme el grillete del dolor de un padre que no me acepta y explotarlos.

Has hecho cosas que me han hecho mucho daño, muchas me avergüenzan porque me siguen causando problemas, pero como dijiste una vez, “sólo son payasadas”… y ¿sabes? Sí. Lo serán.
Porque ahora, entiendo algo: debes escoger en la vida, seguir arrastrándote en la vida esperando que tus padres te acepten, que te quieran… o dedicarte a crecer, a darte cuenta que escoger a la familia siempre será lo correcto, ¿no te gustó que no me quisiera divorciar? Deberías sentirte orgulloso de que he intentado luchar por mi familia, por estar cerca de mi hija. Deberías sentirte orgulloso que no ando siendo infiel a mi esposa, que no despilfarro el dinero en alcohol u otros vicios, que no soy egoísta con mi tiempo y trato de estar con mi hija.

Pero esas cualidades que personas que moralmente aprecio me han hecho valorar, son defectos de carácter para ti.

Pero eso ya no me preocupará. Porque sé que es lo correcto, y aunque no lleguen a buen término, y me tenga que divorciar algún día, sé que lo estoy intentando y que Dios eso quiere.

Por cierto, simplemente por cortesía, ve a cualquier tienda da aparatos auditivos, pregunta por los precios, para que confirmes que no te estoy tomando el pelo como me lo insinuaste. Pero en serio, hazlo.

¿O quieres que me acerque a ti solamente por cosas materiales? 
NO tengo lo que necesito, pero definitivamente, no quiero eso de ti. Simplemente me hubiera gustado amor y aceptación.

Pero claramente nadie da lo que no tiene. Y tú no lo puedes dar, porque nunca lo recibiste ni lo supiste otorgar.

Entonces, llegamos al final.
Sí, mis necesidades materiales siguen. Y seguirán, pero Dios proveerá.

¿Entonces ya entendiste?

Escojo al padre que sabe escuchar, al padre que da amor, al padre que sólo quiere que mi relación con él esté bien, al padre que sólo quiere que sea feliz.

Gracias por las cosas buenas que he tomado de ti. Pero hay muchas más que no quiero. Así que, ahora el hijo NO se volverá el padre.

Con amor.